La Alianza de Estados del Sahel, la organización que lidera el cambio de época en África
Malí, Burkina Faso y Níger se aliaron y se alejan juntos de Occidente, mientras buscan nuevas alianzas lejos de Bruselas y Washington.

Los gobiernos militares de Malí, Burkina Faso y Níger se unieron bajo la Alianza de Estados del Sahel para combatir el narcotráfico, las posibles rebeliones y el terrorismo. Este pacto de defensa firmado en 2023 no se limita a una simple protección conjunta sino que ya reconfiguró las relaciones internacionales con las potencias occidentales.
La nueva construcción en la región del Sahel
Durante 2023, el Sahel se convirtió en el epicentro de la fragilidad en África. Mali, Níger, Mauritania, Burkina Faso y Chad comparten una crisis humanitaria que llevó a 3.8 millones de personas a migrar internamente en sus países de origen y a más de 500.000 a abandonarlos, según Naciones Unidas.
La situación crítica se debe a múltiples factores:
Climático: la temperatura media anual aumentó 1,5°
Político: con gobiernos inestables y numerosos golpes de Estado
Inseguridad: con el auge del narcotráfico y una mayor presencia del terrorismo, la mayor problemática de la región.
A partir de 2020, se sucedieron ocho golpes de Estado en África, cinco pertenecen al Sahel. Mali tuvo dos en 2020 y 2021, Burkina Faso sufrió la misma cantidad en 2022 y Níger, el más reciente, tuvo lugar el año pasado.
Las juntas militares de los tres países conformaron la Alianza de Estados del Sahel, un pacto defensivo firmado el 16 de septiembre de 2023. La nueva organización de África Occidental aparece como reemplazo del G5 Sahel, un fracasado marco de cooperación internacional, y una respuesta a la amenaza yihadista.
El Estado Islámico, derrotado en Medio Oriente, busca construir poder en el continente africano, precisamente en los tres Estados que integran la nueva asociación del Sahel.
Desde la asunción del nuevo gobierno en Níger, en julio de 2023, más de 200 personas murieron debido a atentados terroristas del ISIS. Se informaron 4.000 víctimas en Burkina Faso y otras 5.000 en Mali, ambas estadísticas tomadas desde que los militares llegaron al poder en dichos países (2021). Si se toman los datos de la década anterior, los números ascienden a cientos de miles.
Los nuevos mandatarios buscan enfrentar al yihadismo con sus Fuerzas Armadas y determinaron la protección tripartita inmediata. Si uno de los miembros es atacado, los otros colaboran en la defensa.
La nueva alianza militar del Sahel, a pesar de su proveniencia antidemocrática, tiene la particularidad de mantener las puertas abiertas para otros países de la zona que “compartan las mismas realidades geográficas, políticas y socioculturales, y que acepten los objetivos de la Alianza.”
Más allá de la ambición proteccionista, los gobiernos de Mali, Burkina Faso y Níger iniciaron un cambio de era en África: se alejaron de Francia y Estados Unidos y encontraron en Rusia un nuevo socio geopolítico que apoya sus necesidades en seguridad nacional.
Adiós al “neocolonialismo”, bienvenida la multipolaridad
La relación del Sahel con Francia y la comunidad internacional comenzó a resquebrajarse hace tiempo. Las operaciones francesas Serval y Barkhane no pudieron encontrar una solución permanente a la problemática del terrorismo.
El éxito parcial del intervencionismo militar europeo ya no tiene efectos presentes en la actualidad de la región y las tropas abandonaron la zona.
Lla más grande misión de Naciones Unidas, la MINUSMA, con más de 11.000 soldados de 61 países, fracasó en su objetivo de mantener la paz en la región. Alemania, que había enviado soldados de la Bundeswehr, se retiró del continente en diciembre de 2023.
El G5 Sahel, una iniciativa francesa de establecer un marco de cooperación internacional en seguridad y economía entre Mauritania, Chad, Malí, Burkina Faso y Níger también falló. De los cinco países, los últimos tres se retiraron del acuerdo.
La Alianza de Estados del Sahel, llegó en reemplazo del G5, pero también buscó nuevos horizontes para la región. Las juntas de Malí, Burkina Faso y Níger y los pueblos desgastados ahora rechazan la ayuda de Francia, su antiguo colonizador.
En la misma línea, el gobierno nigerino revocó un acuerdo militar con Estados Unidos y forzó la salida de las 1.100 tropas apostadas que operaban desde dos bases construidas por Washington desde 2012.
Los gobiernos del Sahel, ya alejados del “neocolonialismo” que denunciaron desde su asunción, fueron en busca de un nuevo aliado. En contraposición con las relaciones históricas, Rusia apareció como un socio que rápidamente se apostó en la región y aprovechó las necesidades y fragilidades de sus nuevos asociados.
La influencia rusa se multiplica en África
El Kremlin firmó sociedades militares con Guinea-Bissau, Guinea, Argelia, Libia, Burkina Faso, Mali, Níger, Nigeria, Camerún, Chad, Congo, República Democrática del Congo, Sudán y Etiopía.
Una expansión que no es una novedad, en el siglo pasado la Unión Soviética fue el gran aliado de África en los distintos procesos de independencia que tuvieron lugar a partir de la descolonización. La Federación Rusa no hace más que continuar con el camino iniciado por sus antecesores soviéticos.
La cumbre Rusia-África, celebrada el año pasado en Moscú, sirvió para que el presidente ruso Vladimir Putin reafirmara su deseo de mantener relaciones igualitarias con África y elogió las gestiones para un nuevo “orden mundial multipolar” sin “neocolonialismo”.
El aliado paramilitar, el Grupo Wagner, se asentó en Guinea-Bissau, Guinea, Libia, Mali, Chad, Sudán, Sudán del Sur, República Centroafricana, República Democrática del Congo y Burundi.
La noticia de la ruptura nigerina-estadounidense estuvo acompañada de la ocupación rusa y de efectivos a cargo de Wagner de las bases norteamericanas de Níger, que se encuentran en proceso de abandono por el ejército de EE.UU.
La región del Sahel parece ser la punta de lanza de la nueva era de África, lejos de las voces occidentales, y acompañada de un relevo protagonizado por el poderío militar de Rusia. De momento, la inestabilidad democrática, la seguridad nacional y las operaciones del Estado Islámico persisten como problemáticas sin solución en el corto plazo.
Fuente: DefOnline
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