Murió Roberto “Tito” Cossa, un ícono del teatro argentino
El autor de obras como "La nona" y "Yepeto" tenía 89 años. Fue pieza fundamental de Teatro Abierto, una valiente movida cultural y de resistencia en plena dictadura militar.
Murió Tito Cossa, la cultura argentina está de luto. Y su figura merece un repaso por una trayectoria impecable, comprometida, esa ésas que de a poco se van extinguiendo.
La dictadura aplastaba. Corría 1981 y en algunas salas intentaba soplar un viento de cambio. No era fresco, era de resistencia. Eso se propuso esa conmovedora movida artística llamada Teatro Abierto, de la mano de un grupo de valientes, con Roberto Tito Cossa como uno de los que ponía la pluma y el alma en cada escena. "¿Hay para la de Cossa?", era una frase repetida hasta el cansancio en la ventanilla de ese otoño del '81 y se convirtió en latiguillo. La larga fila en la puerta del teatro no era para ver Gris de ausencia, con un elenco magistral en el escena. Era para no perdérsela. Y, a 43 años de esa postal inolvidable, la muerte de ese maestro de la palabra -este 6 de junio, a los 89- pinta de gris una nueva ausencia.
El año pasado murió Pepe Soriano, el abuelo de esa obra que dirigió Carlos Gandolfo y que coprotagonizó Luis Brandoni. El libro, de puño y letra de Cossa, decía: "La antecocina de la Trattoria La Argentina, en el barrio del Trastevere, en la ciudad de Roma. Es un ambiente amplio que se usa como lugar de estar. A la derecha está la cocina, que el espectador no ve; a la izquierda una salida hacia los dormitorios de la casa y a foro otra que da al salón del restaurante. Al iniciarse la acción se escucha el sonido de un acordeón a piano. Es el Abuelo, que toca torpemente el tango Canzoneta, sentado en un extremo del ámbito. En el otro, Frida trata de cerrar una valija desbordada de ropa".
Cossa sabía pincelar épocas, estados de ánimo y almas como nadie. Sabía observar y transmitir. Desde la butaca, uno podía imaginarse en el espacio que él había soñado. Como el de La Trattoria, por ejemplo, con Soriano tocando de fondo.
De tan usada parece gastada la palabra "imprescindible", pero aquí le cabe a este hombre que curiosamente nació un 30 de noviembre, Día Nacional del Teatro. Autor de clásicos de la escena como Nuestro fin de semana, La nona y Yepeto, era, como le gustaba decirlo, "modelo '34.
Luego pasó a integrar las huestes de la sede de Los Clasificados, en la avenida Corrientes, donde la gente iba a publicar su oferta o demanda de trabajo. Con el tiempo se convirtió en jefe de redacción de El Cronista.
De las redacciones se llevó, entre otras cosas varias, grandes amigos, como Osvaldo Soriano y el periodista y escritor Andrés Rivera. Las reuniones en su casa, cuentan, tenían un envolvente aroma a tertulias, regadas por un el buen whisky.
Hombre de palabras
Con el golpe del '76, su escritura cambió de foco: más dramaturgia que textos periodísticos, sin perder nunca de vista la realidad, por más negra que fuera. Es más, Cossa era de los que encontraba luz, si quería, en los escombros. Y desde ahí construía.
Una vez que se corrió de las redacciones, se dedicó de lleno a sus obras, a las nuevas y a desempolvar algunas que guardaba en sus cajones. Ya tenía escrita, por caso, Tute cabrero (1968), llevada al cine por Juan José Jusid.
Pero el emblema de su obra será siempre "La nona" -estrenada en el Teatro Lasalle en 1977-, personaje nacido por un pedido televisivo. Cossa integraba un potente grupo junto a Carlos Somigliana, Ricardo Talesnik, y Germán Rozenmacher: el cuarteto había escrito El avión negro, una sátira política sobre el regreso de Juan Domingo Perón, que en su estreno protagonizaron, entre otros, Ulises Dumont y Oscar Viale.
Un canal de televisión le propuso al grupo -al que se sumó Ricardo Halac- escribir ficción y Tito Cossa se animó a moldear ese personaje que pegó el salto a las tablas y se convirtió en un clásico del teatro argentino.
“Alguien me dijo: ‘Da como para una obra de teatro’. Entonces yo retomé el libro de televisión y lo convertí para teatro. Terminé haciendo un éxito en el peor momento de la dictadura”, recuerdo en la entrevista con clarín en 2018.
Hincha de Boca, de chico jugaba a la pelota como podía, pero no soñaba con ser futbolista, sino actor. "Lo que pasa es que de pibe ya era muy tímido, quería subirme a un escenario pero no me daba el cuero. Tal vez por eso, con los años, me acerqué al teatro desde otro lado".
Gran conversador y analista de la conducta social, sostenía, con gran conocimiento de causa, que "el teatro sirve como cualquier otro arte, para despertar la sensibilidad de un espectador, divertirlo, seducirlo, hacerlo reír o llorar". Vaya si sabía de eso.
Fuente: Clarín
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