Política
26 de Julio de 2024

"La flaca se va": el misterio sobre las últimas palabras de Evita y cómo fueron las horas finales de su vida

Eva Perón murió a los 33 años en la desaparecida residencia presidencial del Palacio Unzué. Quiénes estuvieron con ella en las horas finales de su vida.

”La flaca se va”: el misterio sobre las últimas palabras de Evita y cómo fueron las horas finales de su vida

Eva Perón murió a las 20.25 del 26 de julio de 1952. Al menos ese fue el horario que anotó Raúl Apold, el jefe de informaciones del gobierno, en el comunicado que escribió entre lágrimas. En el primer piso de la residencia presidencial estaban Juan Perón, la familia de Eva y varias personas más. En la planta baja, más personas. En la calle, miles estaban arrodillados, con velas implorándole a Dios por un milagro.

No quedó tan claro cuáles fueron las últimas palabras de la mujer que en un puñado de años, entre los pocos de su vida, había marcado y dividido la historia de la Argentina.

Los historiadores recogieron al menos tres versiones. Una de ellas fue la de su enfermera, María Eugenia Álvarez, que contó que la oyó hablar unos días antes del fallecimiento, en plena madrugada, cuando la acompañó al baño. Contó que al volver a la cama, Evita le dijo: "Ya queda poco". Y después "entró en un sopor", del que no volvió. "Para mí era la agonía, y si en algún momento habló, no la escuché", relató.

Otra versión es la de Perón: "Un día antes de morir me mandó llamar porque quería hablar a solas conmigo. Me senté sobre la cama y ella hizo un esfuerzo por incorporarse. Su respiración era apenas un susurro: 'No tengo mucho por vivir –dijo balbuceante–. Te agradezco lo que has hecho por mí. Te pido una cosa más –las palabras quedaban muertas sobre sus labios blancos y delgados; su frente estaba brillante de transpiración; volvió a hablar en tono más bajo, su voz era ahora un susurro–: '…no abandones nunca a los pobres. Son los únicos que saben ser fieles'”.

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La tercera versión ubica esas últimas palabras el 26 de julio, el mismo día de la muerte, en la mañana fría de ese sábado de invierno. "Me voy, la flaca se va, Evita se va a descansar", le habría dicho a su mucama, Hilda Cabrera de Ferrari.

Cuando Eva murió, en su mesita de luz estaba la banderita de brillantes que le había regalado la CGT, un prendedor con forma de loro, obsequio de la mujer del dictador español Francisco Franco y una foto suya como de la película La Pródiga. La enfermera María Eugenia Álvarez tomó la foto y se la quedó. También vio que Eva tenía en los ojos unas lágrimas, que secó con un pañuelo que estaba debajo de la almohada, que guardó en su bolsillo.

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Eva Perón: las últimas horas

Los testigos contaron que Perón vivió con mucha angustia aquellos últimos días de su esposa, los de la agonía que le deparaba un terrible sufrimiento físico. Cinco días antes de la muerte, el 21 de julio, el general pidió que llamaran al modisto Paco Jamandreu, para armar una "mentira piadosa".

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Jamandreu recordaba que apenas llegó a la residencia, Perón le dijo: "Eva se muere". Y le explicó que quería hacerle creer que se iban a ir de viaje y que trabajara urgente con unos diseños. El encuentro fue a las 2 de la madrugada y los dibujos estuvieron listos a la mañana. Según su relato, Evita los recibió con agrado, y el general le dijo a "Paquito": "Ya ves. La hemos hecho feliz. Prepará algunos vestidos. No creo que llegues a probárselos, pero hacé algo. Te estoy muy agradecido, pibe".

Eva murió cuando el cirujano Ricardo Finochietto la sostenía de la cabeza para evitar que se asfixiara. Al lado, el cardiólogo Alberto Taquini le tomaba el pulso. Estaba Perón y también Juana Ibarguren, la madre de Eva. Entre la habitación y el cuarto contiguo se repartían sus hermanas Elisa, Erminda y Blanca, y su hermano Juan Duarte. Entre los íntimos también estaba Orlando Bertolini, el marido de Erminda, además de parte del equipo médico liderado por Finochietto del que formaban parte, junto con Taquini, Jorge Alberto Taiana, el cirujano Abel Canónico, el ginecólogo Jorge Albertelli y el radiólogo Joaquín Carrascosa.

El escenario de las horas finales de Eva no fue el dormitorio principal del palacio Unzué, la residencia presidencial de entonces, demolida por el régimen que tres años después derrocó al gobierno peronista, ubicada en el lugar donde hoy está la Biblioteca Nacional. Evita estaba en el cuarto de vestir de su esposo, que había sido acondicionado como un hospital, con una cama ortopédica y muebles llenos de medicamentos para los cuidados paliativos.

Aquel día por la residencia desfiló una gran cantidad de funcionarios y personajes del poder. El gobernador de la provincia de Buenos Aires, Carlos Aloe; Raúl Apold; el ministro de Asuntos Técnicos, Raúl Mendé; el ministro de Educación, Armando Méndez San Martín; el futuro presidente Héctor Cámpora, que era el titular de la Cámara de Diputados; y el canciller Jerónimo Remorino, entre otros.

La muerte de Evita: "Ya no hay dios..."

Llegó el final. El cardiólogo Taquini miró al presidente de la Nación y le dijo: "No hay pulso". Finochietto cerró los ojos de Evita.

Los testigos contaron que Juan Duarte salió corriendo al grito de “Ya no hay Dios… Ya no hay Dios…”. Perón lloraba. En medio de la conmoción, Apold redactó el célebre comunicado de despedida. Dicen que la muerte de Eva fue unos minutos antes, pero eligió las 20.25 porque le pareció que iba a ser más fácil de recordar.

A las 20.36, el locutor Jorge Furnot, leyó: "Cumple la Subsecretaría de Informaciones de la Presidencia de la Nación, el penosísimo deber de informar al pueblo de la República que a las 20.25 horas ha fallecido la señora Eva Perón, Jefa Espiritual de la Nación. Los restos de la señora Eva Perón serán conducidos mañana, en horas de la mañana, al Ministerio de Trabajo y Previsión, donde se instalará la capilla ardiente”.

 

 

Fuente: Perfil

 

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