Cultura Viva
8 de Septiembre de 2024

Dulces, carnosas, peligrosas: fragmento de “Frutologías. Historia política y cultural de las frutas”

Tras su exitoso “Odorama: Historia cultural del olor”, el periodista científico Federico Kukso explora la fascinación que experimentaron espías, pintores, poetas, botánicos, chefs y perfumistas por estos cultivos maravillosos

Dulces, carnosas, peligrosas: fragmento de “Frutologías. Historia política y cultural de las frutas”

Federico Kukso (Buenos Aires, 23 de junio de 1979) es un escritor y periodista científico argentino, especializado en la historia de la ciencia.

Desde 2010 fue subeditor de la sección "Ideas" en la revista cultural Ñ (Clarín) y colaborador frecuente en la revista Muy Interesante Argentina.

Tras su exitoso “Odorama: Historia cultural del olor”, explora en "Frutologías" la fascinación que experimentaron espías, pintores, poetas, botánicos, chefs y perfumistas por estos cultivos maravillosos. 

A continuación, la introducción del libro: 

PUBLICIDAD

 

INTRODUCCIÓN

EL PRIMER GUSTO

Dulces, jugosas, carnosas, fragantes, seductoras, tentadoras, las frutas son, más que envases nutritivos, alimentos que clausuran una comida, encarnaciones de sabor que contribuyen al cúmulo de experiencias sensoriales que conforman a un individuo. Son el punto de encuentro de historias, de recuerdos, ritos y creencias religiosas, de episodios literarios, expresiones artísticas y mitos, de investigaciones científicas y de tradiciones antiguas como la ancestral batalla campal de naranjas italiana.

PUBLICIDAD

Inocentes en apariencia, estas delicias han alimentado guerras y dictaduras sangrientas, han impulsado descubrimientos de nuevos mundos, han sido depositadas en la raíz misma de antiguos y distorsionados relatos sobre los orígenes de nuestra existencia. Ni la serpiente ni el diablo fueron los culpables de la expulsión del paraíso, señala jocosamente el escritor cubano Orlando González Esteva, en Cuerpos en bandeja. Frutas y erotismo en Cuba, sino la fruta misma; ella sola, la tentación extrema.

Aun así, estos cultivos perfumados desfilan por el camino del olvido, la ruta de la indiferencia; de la misma manera que su jugo es succionado en cada bocado, su dimensión narrativa ha sido extirpada, borrada en el último siglo. Desde comienzos del siglo XX, el discurso nutricionista avanzó de tal manera que se apoderó de ellas; como al resto de los alimentos, hoy las concebimos únicamente en tanto calorías, proteínas, lípidos, hidratos de carbono, fibra, antioxidantes, azúcares, vitaminas y demás componentes materiales que gobiernan con tiranía nuestras vidas. Somos marionetas de ingredientes que nunca hemos visto.

PUBLICIDAD

Tras siglos de nutrir cultos, creencias y obsesiones de exploradores, escritores y perfumistas, las frutas se han vuelto mudas. Han perdido su voz, su dimensión histórica, componente tan importante de su esencia como su cáscara, pulpa y semillas. Y, al hacerlo, se ha extinguido más que su sabor; hemos perdido su frondosa riqueza cultural.

Lo olvidamos, pero las plantas han desempeñado un papel dinámico y fundamental en la configuración de la biografía del planeta y de nuestra especie. Las frutas son el primer gusto, fueron nuestro alimento primigenio; antes de que nuestros antepasados dominaran el fuego y el arte de cocinar, los cuales echaron a andar los cambios psicológicos que permitieron el surgimiento de cerebros más grandes y del pensamiento complejo, los primeros homínidos se movían de árbol en árbol en los bosques de la sabana de África Oriental en busca de su pulpa y jugo.

Los paleoantropólogos sostienen que nuestra visión se agudizó para detectar los colores de la fruta madura. Nuestras manos se volvieron hábiles para recogerlas, y aquellos antiguos ancestros probablemente desarrollaron un torso erguido para recoger con mayor habilidad los alimentos cargados de dulzura introducción de las ramas de los bosques tropicales. Las frutas nos definen. Las frutas nos hicieron humanos.

Y, aun así, los historiadores las han desdeñado, las conciben como mero ruido de fondo, las invisibilizan en la novela — o cuento corto, según cómo se lo vea— de nuestra especie, el Homo sapiens. «No existe una historia de la humanidad, existen solo muchas historias de todo tipo de aspectos de la vida humana», repetía el filósofo Karl Popper.

Pese a nuestra indiferencia, los alimentos que ingerimos tienen un pasado profundo, sorprendente. Desde hace por lo menos cuatrocientos setenta millones de años, las plantas han colonizado el planeta. Constituyen casi el 80% de la biomasa o materia orgánica de la Tierra. Son las formas de vida evolutivamente más exitosas y diversas; gracias a la increíble habilidad para transformar la luz solar, el agua y los nutrientes que absorben del suelo en hojas, tallos y flores vistosas, aprendieron a sobreponer su máxima limitación, su inmovilidad. A lo largo de milenios gestaron, en el más hondo silencio, toda clase de ingeniosas estrategias de supervivencia. Quizá la más asombrosa haya sido la invención de las armas de seducción primordiales, las frutas, señuelos lo suficientemente atractivos — carnosos, coloridos, suculentos, fragantes— para configurar el deseo de toda clase de animales y reclutarlos según su conveniencia para devorarlas y esparcir sus semillas en valles, bosques, a lo largo de cadenas montañosas. Incluso, más allá de la Tierra.

En el día a día, las concebimos como obsequios dulces de la naturaleza, si bien el tomate, la palta (aguacate), la calabaza, el pepino, las berenjenas, el morrón (pimiento) y el limón — por inercia, desplazados al sector de verduras— pertenecen también a este club de las delicias. Ocurre que, desde una perspectiva botánica, las frutas son ni más ni menos que los ovarios maduros de plantas con flores, estructuras vivas que evolucionaron específicamente para tentar, para ser consumidas. Las hay rojas, amarillas, verdes, anaranjadas, azules, minúsculas, desmesuradas. Adoptan una inagotable diversidad de formas, antojadizas, inimaginables. Las hermana la misma misión: cobijar en su interior pulposo un tesoro, las semillas, garantía de su replicación, una vez que atraviesan el tracto digestivo de aves, osos, rinocerontes, grandes primates y otras especies, muchas de ellas hace tiempo extintas.

Estas creaciones biológicas, sin embargo, no se dieron en un vacío. Más bien fueron consecuencia de las presiones de un contrato mutualista, una danza coevolutiva imparable; sus distintivos rasgos — tamaño, forma, color, aroma, contenido de azúcar, ubicación en las ramas— emergieron impulsados por los requisitos dietéticos y las capacidades sensoriales de los animales dispersores que encontraron en ellas una fresca y deliciosa recompensa.

 

 

Fuente: Infobae

 

 

Comentarios
Más de Cultura Viva
Llega la 4° Fiesta del Cantor Orillero a Huanguelén
El evento, que se realizará el 19 y 20 de octubre en el predio del Ferrocarril Roca, conmemora el Día Nacional del Cantor Orillero y contará con una programación cultural que celebra la música y la identidad popular.
Fondán y Gariloz se presentan en Santa Trinidad
El 11 de octubre, en Santa Trinidad el dúo Fondán y Gariloz fusionarán géneros, beats y performance teatral.
Estudiarte 2024: Jornada artística en Plaza San Martín
La comunidad de Coronel Suárez disfrutará de música, teatro, danza y más, en una propuesta educativa y artística.
Ensamblada de Primavera en el Mercado Municipal de las Artes
El viernes 27 de septiembre a las 20 hs, los alumnos de diversas cátedras de la Escuela de Música Municipal se reunirán para ofrecer una noche especial con un repertorio variado.
El grupo de teatro "Entre Bambalinas" se presentará en el Mercado de las Artes a beneficio del hogar de ancianos Domingo Goñi
El grupo Entre Bambalinas presentará dos comedias a beneficio del Hogar de Ancianos Domingo Goñi.
El Festival de Cine “Sauce Corto(s)” Presente en el 2° FICPBA
El Festival Internacional de Cine de Buenos Aires (FICPBA) presenta cortometrajes suarenses. La edición de este año contará con Brasil como invitado y se expandirá a 60 municipios bonaerenses.