La belleza de la semana: de la alegría al odio, todos las emociones en el arte
Un recorrido por clásicos de la pintura que muestran lo más profundo del alma o, como decía Paul Klee, hacen “visible aquello que no lo es”
“El arte no reproduce lo visible, hace visible aquello que no lo es”, decía Paul Klee. Alemán, surrealista, expresionista, por momentos abstracto, Klee pensaba fundamentalmente en la pintura. Y la frase merece ahondar un poco más. ¿Qué es lo que el arte visibiliza? Pensemos en un grupo de personas que posa para un retrato. La fotografía muestra sus expresiones y quizás en esas postales veamos algo de lo que sienten, de lo que llevan adentro. ¿Qué hace la pintura?
Acá conviene citar a Rembrandt: “El pintor persigue la línea y el color, pero su fin es la poesía”. La poesía no es otra cosa que interpretar la realidad, que hacer belleza del caos o del aburrimiento —según cada uno— que provoca la rutina. Un buen pintor no solo puede, debe captar lo que el retratado esconde. Hablamos de emociones, de sentimientos. La historia del arte ha hecho de gala de esta especialidad. Recorramos las emociones humanas a partir de algunas pinturas emblemáticas.
Alegría alborotada
Empecemos por la alegría. Por la alegría familiar. Sobre la chimenea de un desordenado hogar del siglo XVII, cuelga una nota reveladora: “Como canta el viejo, el joven toca”. Este proverbio holandés, que resalta la influencia de las acciones de los mayores sobre los jóvenes, cobra vida en el cuadro La familia feliz de Jan Steen, una obra maestra de 1668 que se exhibe en la colección del Rijksmuseum de Ámsterdam.
Jan Steen, conocido por sus representaciones de interiores bulliciosos y desordenados, plasma en esta pintura una celebración musical familiar. El padre, con copa alzada y violín en mano, canta vigorosamente mientras su suegra y su hija, que sostiene al más pequeño en su regazo, lo acompañan. Los niños, en su descontrol, replican malos hábitos: uno bebe vino de una jarra sostenida por su hermana, y otro fuma en pipa mientras sujeta una correa con un cuerno.
La sala de estar es un caos: un ambiente sin normas. En el centro, el padre canta apasionadamente, simbolizando la influencia y el ejemplo de los adultos. Al fondo, el pintor se representa a sí mismo tocando la gaita, instrumento asociado a la promiscuidad y rusticidad. El mensaje moral de la obra reside en la nota colgada sobre la chimenea, subrayando que los comportamientos de los mayores son imitados por los jóvenes, lo que resuena con fuerza en el refrán holandés de la época.
Este cuadro de Steen ofrece una mirada interesante de la alegría: alborotada, caótica, celebratoria. La obra es un claro ejemplo del estilo de Jan Steen, cuyo nombre se ha convertido en sinónimo de hogares caóticos en la cultura holandesa. Su capacidad para entrelazar comedia y moralidad en sus pinturas las convierte en joyas artísticas que trascienden el tiempo, ofreciendo lecciones que aún hoy son relevantes.
Melancolía y alienación
Pero la alegría no es para siempre y lentamente, con el correr de los minutos, las horas, los días, la rutina gana presencia, el mundo sigue su curso, la vida se pone pesada, densa, real. Autómata de Edward Hopper pone de manifiesto ese estado de ánimo. Para muchos, se trata de la representación del concepto de alienación urbana. Esta pintura al óleo de 1927 actualmente es propiedad del Centro de Arte de Des Moines en Iowa.
Esta particular obra del pintor realista estadounidense fue exhibida por primera vez el Día de San Valentín de 1927 en las Galerías Rehn de Nueva York durante la segunda exposición individual del artista, donde se vendió por 1.200 dólares, equivalentes a 21.048 dólares aproximadamente en 2023. La pintura muestra a una mujer, sentada solitaria, observando una taza de café en medio de un autómata nocturno. No está triste, es un estado más difuso, ¿qué es?
El cuadro se caracteriza por captar una noche oscura en el otoño o invierno, reflejado en el fuerte abrigo de la mujer. No está claro en qué momento del día transcurre la escena; podría ser justo después del atardecer, medianoche o temprano en la mañana. La falta de actividad y vida en la calle, además de la posible prisa de la mujer, simboliza su aislamiento y, al parecer, un estado melancólico, ya que solo se ha quitado un guante y el plato vacío en la mesa sugiere una breve estancia.
La atmósfera solitaria que crea Hopper con su obra ha llevado a muchos críticos a relacionarla con el concepto de alienación en la vida urbana, un punto recurrente en sus trabajos. Un crítico destacó cómo la mujer refleja pensamientos introspectivos con sus ojos abatidos, mientras otro la describió mirando su taza de café como si fuese su único consuelo. La revista _Time _usó esta imagen en su portada en 1995 para una edición que trataba el estrés y la depresión en el siglo XX.
La tristeza irrumpe
La tristeza irrumpe. Vincent Van Gogh la refleja en Anciano apenado (En la puerta de la eternidad), una pintura al óleo terminada en mayo de 1890, mientras se encontraba en una fase de convalecencia tras una grave recaída en su salud mental: estaba internado en el manicomio de Saint-Rémy de Provence, donde pasó sus últimos meses. Esta obra fue creada poco antes de su muerte, la cual generalmente se acepta como suicidio, según diversas fuentes.
La litografía que inspiró esta pintura se basó en un dibujo a lápiz titulado Worn Out, realizado en 1882. Esta serie de dibujos presentaba a Adrianus Jacobus Zuyderland, un anciano pensionista que residía en una casa de beneficencia en La Haya. Estos dibujos fueron una reelaboración de un trabajo anterior, compuesto por un dibujo y una acuarela del año previo. Son varios los temas de la pintura de Van Gogh: la vejez, la soledad, y el sufrimiento.
Vincent van Gogh es reconocido no solo por su estilo distintivo y su uso vibrante del color, sino también por la intensidad emocional de sus obras, que capturan tanto la belleza como la tragedia de la condición humana. Su producción artística durante los últimos años de su vida en Arles, Saint-Rémy y Auvers-sur-Oise incluye algunas de sus piezas más veneradas y estudiadas. No hace falta mencionar demasiado: cuando vemos una de sus obras, sabemos que estamos frente a un Van Gogh.
La complejidad de Anciano apenado (En la puerta de la eternidad) y su trasfondo reflejan el turbio estado mental del artista durante ese periodo, así como su capacidad para transformar su angustia personal en arte de profunda resonancia y significado. “Qué puedo decir de estos dos meses? las cosas no están yendo bien en absoluto, estoy más triste y aburrido de lo que podría describirte (...) Tan melancólico me siento”, le escribió a su hermano Theo por esos días.
Desesperación existencial
Si la tristeza, si el dolor, si la angustia enta todos juntos en una ruta despoblada y recta y aceleran... ahí llega la desesperación. Esto nos lleva a un cuadro: El grito. Edvard Munch es conocido mundialmente por esta emblemática obra que corresponde a cuatro versiones diferentes de un cuadro creado entre 1893 y 1910. La versión más destacada se exhibe en la Galería Nacional de Noruega y fue completada en 1893.
“Todo el mundo conoce este cuadro”, escribe **Emilia Bolaño **en Historia Arte. “Sobre él abundan los libros, tesis y posts en internet. Todos podemos sentirnos identificados con su mensaje: el humano moderno en un momento de profunda angustia y desesperación existencial. Es un mensaje universal, que trasciende de sexos, razas y nacionalidades. Por ello “El grito” es considerado uno de los cuadros más importantes de la historia del arte”.
Las versiones de El grito simbolizan a un hombre moderno afectado por la desesperación, con un fondo que retrata Oslo desde la colina de Ekeberg. Esta pintura se ha convertido en un icono cultural comparable a La Gioconda de** Leonardo da Vinci**. El cuadro destaca por sus colores cálidos y la figura principal que parece lanzar un grito de angustia mientras se encuentra en un sendero con vallas, acompañada de un cielo fluido y arremolinado.
Además, en el fondo lejano se pueden observar dos figuras con sombreros, apenas distinguibles. Ha sido ampliamente reconocido como una joya del arte expresionista y una representación visual poderosa de la condición humana en momentos de crisis emocional. Munch logró plasmar, a través de la composición y la intensidad de los colores, una experiencia universal de angustia y desesperación.
Odio
Lucifer, el protagonista de El ángel caído, desafía a Dios con rabia y tristeza**.** La célebre pintura al óleo de Alexandre Cabanel, realizada en 1847, y se encuentra preservada en el Museo Fabre en Montpellier, Francia. La obra, que retrata a un ángel expulsado del cielo por Dios, ha captado la atención de críticos y se considera una joya del Romanticismo, informa. Es odio lo que siente; ira, resentimiento. A diferencia de la tristeza, es una posición activa que clama venganza.
Cabanel eligió al célebre ángel rebelde como tema, ilustrando un momento crítico basado en el capítulo duodécimo del Apocalipsis de San Juan, donde una gran batalla celestial culmina en la caída de ángeles rebeldes, derrotados por San Miguel. Lucifer, el más famoso de ellos, fue condenado a vivir en la tierra. El cuadro destaca por su representación romántica de la figura de Satanás, quien aparece como un héroe griego, con cuerpo delineado y mirada desafiante.
La iconografía de Lucifer, también conocido como Satanás después de su rebelión contra Yahvé, tiene amplias resonancias culturales y religiosas. La referencia bíblica en el libro de Isaías (14:12) refuerza esta conexión con las palabras: “¡Cómo caíste del cielo, Lucifer, hijo de la mañana! ¡Derribado fuiste a tierra, tú que debilitabas las naciones!”. Estas palabras encapsulan la caída de un ser celestial que aspiró a igualarse al Altísimo, un tema recurrente en varias ramas del arte y el pensamiento.
Cabanel también logró un equilibrio particular entre el elemento mitológico y la audacia de retratar al Mal con una dimensión humana, lo cual resonó en la crítica de su tiempo y sigue vigente. El Rey del Inframundo, como algunos comenzaron a llamarlo tras este evento, es retratado con una mezcla de rabia y tristeza, simbolizando una lucha interior y una rebelión punzante contra un destino implacable, en la que el arte de Cabanel se desplegó magistralmente.
Fuente: Infobae