Adictos a las pantallas: cambios graves en el desarrollo cerebral e impacto en la salud mental
El neurólogo infantil Mauricio Pedersoli, explica la complejidad de este fenómeno clínico tan creciente y preocupante, que irrumpió en los últimos años en la consulta pediátrica.
Por Ana Claudia Roche, de la redacción de DIB
¿Cuántas personas adultas pueden pasar un día entero sin usar el celular, la computadora, una tablet o ver televisión en todos sus formatos? ¿Qué pasa entre los chicos y adolescentes? La respuesta es inquietante, ya que plantea la necesidad de “hacer un esfuerzo” para despegarse de los dispositivos.
Parece prehistórica la época en la que para andar por la calle o viajar en colectivo no era necesario llevar auriculares, GPS, cámara de fotos, videojuegos o WhatsApp. Ni hablar de los tiempos en los que se podía disfrutar de un recital o un acto escolar sin la – casi – obligación de filmar y postear algo en redes sociales.
La sobreexposición a las pantallas es una problemática creciente, compleja, que en las últimas dos décadas se instaló en la vida cotidiana de millones de personas en todo el mundo, generando consecuencias graves en la salud, en todas las edades y sectores sociales.
Mauricio Pedersoli: Un fenómeno preocupante
Mauricio Pedersoli es pediatra, especialista en neurología infantil, y trabaja como médico de planta en el Hospital de Niños “Sor María Ludovica” de La Plata, institución de referencia provincial. Desde hace unos años, empezó a advertir que llegaban casos a su consultorio con un patrón repetido de rasgos clínicos, que daban cuenta de un fenómeno nuevo, con graves consecuencias en el desarrollo.
“Desde antes de la pandemia empecé a ver pacientes que consultaban por el desarrollo neurológico y los síntomas más comunes eran retraso en el lenguaje y dificultades para la interacción social, sin presentar otros antecedentes de relevancia, como haber nacido prematuros o tener una cuestión genética”, señala Pedersoli en una charla con DIB.
“En estos pacientes encontraba como denominador común la exposición precoz y prolongada a las pantallas, incluso desde edades súper tempranas, desde los 4 ó 5 meses de vida”, detalla, y cuenta el “remedio” que les indicaba: “Les pedía a los padres dos cosas, pantalla cero y sentarse a jugar con los chicos, y los volvía a citar en un mes; la diferencia era abismal: chicos que no hablaban, al mes ya habían empezado a balbucear, empezaban a mirar a los ojos, a socializar, a pedir cosas, a interactuar, a tener otros intereses”.
Con estos datos, Pedersoli comenzó a meterse de lleno en el tema. Consultó la evidencia científica internacional y encontró que en otros países pasaba lo mismo: se topó con varios trabajos que describían este mismo fenómeno clínico.
“Lo interesante del fenómeno es que tenemos que considerarlo un problema de salud. En general, se lo enfoca desde lo educativo, pero es un problema con consecuencias en la salud que se da en todas las clases sociales, en todas las edades, en todos lados”, explica. Y amplía: “Este fenómeno adictivo está diseñado para eso, está probado que genera cambios en un circuito que se llama recompensa cerebral, causando modificaciones concretas a nivel de neurotransmisores, que generan una producción de dopamina excesiva, y hacen que el chico prefiera esa actividad por sobre otras que le permiten un desarrollo cerebral adecuado”.
Cambios biológicos: Daño directo o indirecto
Los cambios descriptos a nivel cerebral son similares a los que se dan en otras adicciones, pero lo grave es que se producen a temprana edad, en pleno desarrollo, por lo que hay una modificación biológica preocupante.
Pedersoli pone como ejemplo que hay bebés de menos de un año que lloran y al recibir el estímulo de la pantalla, a través del celular, la tablet o los dibujos animados en la televisión, se calman. “Esa emoción se tapa, se apaga con el dispositivo, pareciera que los padres los mutean”, precisa.
Ese “apagarse” que describe tiene que ver, según sus palabras, “con lo que la pantalla le saca al niño pequeño”. Así, el daño en el desarrollo cerebral que produce la exposición precoz y prolongada a los dispositivos puede ser directo o indirecto.
“Los cambios a nivel de corteza prefrontal y sistema límbico del cerebro son directos, ya que se modifica la estructura biológica, mientras que todas las experiencias sensoriales que tiene que tener el chico con el ambiente, que le permiten desarrollar su cerebro y la pantalla le saca son pérdidas de oportunidades de desarrollo cerebral, por lo que el daño es indirecto”, remarca el especialista.
“El fenómeno es tan peligroso porque la exposición precoz y prolongada a las pantallas modifica dos estructuras clave en el cerebro: la corteza prefrontal y el sistema límbico”, explica Pedersoli. Y agrega: “En el sistema límbico hay una estructura que se llama núcleo accumbens, que es el núcleo del placer y forma parte del sistema de emociones de las personas, mientras que la corteza prefrontal regula la conducta, permite planificar cosas y lograr objetivos; estas estructuras se modifican en un montón de adicciones y en el caso de las pantallas pasa lo mismo”.
En síntesis, plantea: “No es una cuestión psicológica, es una cuestión de salud mental con sustrato biológico”.
Síntomas y recomendaciones
Entre los síntomas que delatan esta problemática, Pedersoli detalla los siguientes:
- Trastornos del habla;
- Trastornos en la motricidad fina, ya que mueven solamente un dedo para usar la tablet;
- Problemas de atención y aprendizaje;
- Dificultad en la interacción social;
- Trastornos del sueño;
- Cambios de humor e irritabilidad;
- Problemas cervicales, miopía, aumento de convulsiones, migraña y problemas de lectoescritura en los más grandes;
- Cuadros de ansiedad, depresión y conductas adictivas en adolescentes, como el juego online compulsivo.
Para dar cuenta de la gravedad de los casos que llegan a la consulta neurológica, Pedersoli comparte algunos testimonios de los padres de sus pacientes en su perfil de Instagram, que son realmente alarmantes, como el de un niño de 4 años que apenas decía tres palabras y pasaba entre 6 y 7 horas por día expuesto a pantallas.
Recomendaciones
Sobre las recomendaciones para que este fenómeno no produzca consecuencias irreparables en las generaciones futuras, Pedersoli apunta que hay dos corrientes:
La clásica, que promueve la Academia Americana de Pediatría y a la que adhiere la Sociedad Argentina de Pediatría, indica cero horas de pantalla hasta los dos años, una hora de calidad entre los 2 y los 5 años, y dos horas por día en mayores de 5 años.
Las nuevas corrientes, con las que Pedersoli acuerda, son más restrictivas: “Los chicos no deben tener celular hasta los 14 años y sin redes sociales; las redes sociales a partir de los 16 años, porque las estadísticas de salud mental son catastróficas”.
“Adictos en pañales”
Mauricio Pedersoli se conmocionó tanto con lo que veía en sus pacientes que decidió aportar su experiencia y escribir un libro, “Adictos en pañales”, en el que sistematiza los indicadores que encontró en el consultorio, tanto en el ámbito privado como en el hospital público.
El libro fue editado por la editorial de la Universidad Católica de La Plata (UCALP), y según Pedersoli, “es un proyecto para la comunidad, con el propósito de que llegue a todas las personas, escrito con lenguaje amigable”. En “Adictos en pañales” explica todas los daños neurológicos que causan las pantallas y agrega las voces de especialistas de otras áreas, para que el abordaje del fenómeno abarque toda su complejidad.
“Participan del libro un oftalmólogo, un endocrinólogo que habla de pubertad precoz, un psicólogo, un psicopedagogo, psiquiatra, kinesiólogo, es un libro hecho en conjunto; hay un capítulo en el que habla la directora de una escuela rural de la zona del Delta, que cuenta lo que le pasó cuando llegaron los celulares a la escuela, es súper interesante lo que cuenta. Quisimos hacerlo lo más interdisciplinario posible”, relata el pediatra.