Amado Elorriaga: “Hay un vino para cada hora, cada día y cada estación”
Amado Elorriaga, con 32 años en el rubro del vino, ofrece opciones para todos los gustos y presupuestos. Considera el vino como un arte sensorial y sostiene que cada persona debe disfrutarlo a su manera. A lo largo de su carrera ha compartido su conocimiento, conectando con los intereses y necesidades de sus clientes.

Amado Elorriaga ha dedicado más de tres décadas al mundo del vino, una bebida a la que considera una forma de arte. “Tengo una clientela muy fiel que me acompaña durante todo el año”, comenta sobre su negocio, que cada diciembre se intensifica con las fiestas.
Elorriaga ofrece opciones para todos los gustos y presupuestos: desde botellas individuales en bolsas de cartón hasta lujosos estuches de madera con precios que oscilan entre los $3.500 y $140.000. Según explica, esta diversidad permite a los clientes encontrar el obsequio perfecto para cualquier ocasión. “Con el vino siempre se queda bien”, asegura, destacando que incluso quienes no consumen suelen apreciarlo como un excelente regalo para reuniones sociales.
Sobre su trayectoria, Elorriaga cuenta que lleva 32 años en el rubro, desde que abrió su primer local el 19 de septiembre de 1991. Aunque no tiene estudios formales en enología, adquirió su conocimiento a través de la experiencia: “Es como se aprende a tomar, tomando vino”. Según el experto, la apreciación del vino involucra todos los sentidos y depende de factores como la temperatura, el entorno y el estado de ánimo de quien lo disfruta.
El vino, explica, ofrece una riqueza sensorial única que cambia continuamente. “Podés hablar de vino, pero si no lo tomás, te falta lo sensorial”, dice, subrayando que cada persona percibe las sensaciones de manera única, como si fueran huellas digitales. Esto lo lleva a afirmar que “el vino es diferente siempre”.
Además de compartir su conocimiento, Elorriaga destaca la importancia de adaptarse a los gustos individuales. Aunque algunos puristas podrían cuestionar prácticas como enfriar un vino tinto o agregarle soda, él afirma: “El vino se toma como a uno le gusta”. Su enfoque inclusivo busca que cada cliente disfrute del vino a su manera, sin reglas estrictas.
La temporada de verano trae consigo cambios en las preferencias de consumo, con una mayor demanda de vinos blancos y rosados, más ligeros y refrescantes. Sin embargo, Elorriaga señala que el vino mantiene una presencia constante a lo largo del año. “Hay un vino para cada hora, cada día y cada estación”, comenta, explicando que las características del vino pueden ajustarse según las condiciones climáticas y las ocasiones.
Para Elorriaga, la clave de su éxito radica en la capacidad de transmitir el valor cultural y emocional del vino. “Cuando alguien te explica, empezás a encontrar cosas que por sí solo no encontrás, pero que están presentes”, afirma, refiriéndose a la experiencia de catas guiadas y al aprendizaje compartido con sus clientes.