“Hablar de Mapúa es toda mi vida”: la historia de Silvia Otero y su disquería a punto de cumplir 50 años
Mapúa cumplió 49 años en Coronel Suárez. Su fundadora, Silvia Otero, repasó la historia del local, los cambios tecnológicos en la música y las estrategias para sostener el negocio. Pese a las crisis, la disquería sigue siendo un símbolo cultural y un espacio querido por varias generaciones.

El 31 de marzo, la disquería Mapúa cumplió 49 años en Coronel Suárez. Su fundadora, Silvia Otero, recordó los orígenes del local, los desafíos enfrentados y cómo logró sostener el emprendimiento durante casi medio siglo, en un rubro profundamente atravesado por los cambios tecnológicos.
“Hablar de Mapúa es toda mi vida”, expresó Otero, quien en 1975, con apenas 17 años y recién salida de la secundaria, dio los primeros pasos del negocio junto a un amigo. “No teníamos un peso, pero fue como largarnos a la pileta”, rememoró.
El local había sido sede de otras disquerías anteriormente, como Soludiscos y Galeazzi. Con el tiempo, Mapúa se convirtió en un punto de referencia para los amantes de la música en Suárez y en la región. Aunque no fue la primera disquería de la ciudad, sí fue la que más tiempo perduró: “Pasaron muchas otras, pero duraron muy poquito”.
En sus inicios, Mapúa ofrecía discos de vinilo y luego se adaptó al auge del casete, que dominó el mercado durante los años ‘80. “El casete fue un formato que se vendió muchísimo”, explicó. Además de abastecer al público general, el local también era proveedor de música para los boliches de la zona.
Con la llegada del CD en la década de 1980, se produjo un nuevo cambio en los formatos. “Los CD se convirtieron en el formato dominante para los lanzamientos musicales”, recordó. Sin embargo, el impacto más fuerte llegaría con el nuevo milenio, cuando el avance de Internet modificó por completo la forma de consumir música.
“El año 2000 fue bravo”, dijo Otero. La popularización del streaming y de plataformas como YouTube modificó los hábitos de los oyentes y puso en jaque a los negocios tradicionales. Además, hubo otras dificultades: “Había mucha competencia desleal con las grabaciones”, señaló, haciendo alusión a la proliferación de copias ilegales.
También mencionó la presión de las grandes cadenas sobre las discográficas. “Cuando apareció Musimundo, aunque no estuviera en Suárez, empezó a condicionar a las grabadoras para que no distribuyeran a tiempo a las disquerías del interior”, explicó. Mientras que antes recibían los lanzamientos al mismo tiempo que en Capital Federal, luego comenzaron a sufrir demoras de hasta 20 días.
A pesar de estos obstáculos, Otero buscó formas de sostener la actividad. “Empecé a anexar cosas: vendo peluches, tazas, accesorios, auriculares… de todo un poquito”, explicó. Esa diversificación fue clave para mantener el equilibrio del negocio.
Durante la pandemia de COVID-19, la situación volvió a complicarse. “Los intérpretes prácticamente no grababan álbumes y vendían temas sueltos por digital”, indicó. Sin embargo, no todo fue negativo. En los últimos años, se observó un renovado interés por los formatos físicos, especialmente entre los jóvenes.
“Si vos vieras a la gente joven que cada vez se acerca más a comprar el formato físico…”, señaló. Incluso adolescentes de entre 14 y 18 años, que no conocían la disquería, se muestran curiosos y atraídos por los discos. “Ven la vidriera y se quedan enamorados de ver que existe un CD”, contó.
Además del crecimiento del vinilo en el mercado mundial, Otero remarcó que la pasión de los melómanos sigue intacta: “Todavía existen los que quieren abrir el CD, olerlo, leer el librito… como cuando nos encantan los libros”.
El vínculo con la comunidad también fue una parte fundamental del camino de Mapúa. “Muchos me dicen que cuando eran chicos no tenían un peso y se sentaban en la galería. Como no podían comprar, yo les ponía las canciones que les gustaban”, relató con emoción.
Ese gesto, repetido durante años, generó una relación cercana con generaciones de suarenses. “A mí me llena el alma cuando vienen a contarme eso”, reconoció.
Más allá de los cambios en la industria y las crisis económicas, Silvia Otero mantiene viva la esencia de su disquería. La dedicación a cada intérprete, el interés por conocer su historia y compartirla con los clientes sigue siendo parte del ADN de Mapúa. “Me gusta estudiar un poquito sobre la vida de cada intérprete. Por eso, cuando publico, le hago una breve reseña a cada cosa que recibo”, detalló.
A las puertas de su 50° aniversario, Mapúa no es solo un comercio. Es parte del entramado cultural de la ciudad, un lugar de memoria afectiva para muchos y un espacio de descubrimiento para otros. “Yo acá adentro hago lo mío”, dijo Otero. Y ese “hacer” es, desde hace 49 años, un testimonio de resistencia, adaptación y amor por la música.